“Así son las cosas. Llámense ‘Exxon Valdez’ o ‘Prestige’, paguen lo que paguen en compensaciones los responsables, opera inexorable la ley del embudo. Lo ancho para el consejo de administración y grandes accionistas; lo estrecho, las pérdidas, el destrozo ambiental, para los ciudadanos. Y AL PÁJARO QUE LE VAYAN DANDO”
EL COLOR DEL DINERO
Por alguna razón a la que no son ajenos Hollywood y el ‘Tío Sam’, el dinero se nos ha acuñado en la imaginación en tonos verde dólar. En esta estampa apocalíptica en rojo y negro no se ve una brizna de verde y, sin embargo, ahí está.
Es don dinero quien se oculta detrás de la agonía de esta pobre ave, de su chapoteo estéril contra el costado de un buque auxiliar en medio del vertido de crudo del Golfo de México. El calafateado pringoso le va a costar la vida, como a tantas otras criaturas y ecosistemas marinos, y es cortesía de British Petroleum.
La petrolera sigue dando muestras de tocar de oído, improvisando soluciones para intentar contener la hemorragia submarina. Ahora mismo BP no es muy de fiar. Los infalibles sistemas de seguridad fallaron por los cuatro costados cuando la plataforma ‘Deepwater Horizon’ estalló aún no se sabe bien por qué. Tampoco atina a cuantificar la magnitud de la fuga. Contestan, sí, pero admiten no tener ni idea.
Da igual. El maná negro sigue bombeando dólares o libras esterlinas a la cuenta de resultados de BP, que hace dos semanas, con el desastre ya encima, anunció beneficios trimestrales de 4.551 millones de euros, un 137 por ciento más que en igual período de 2009.
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